miércoles, 14 de septiembre de 2005

HASTA LA VISTA BABY...

Me dejó un comment mi hermana, diciendo que a mi último post le estaban saliendo hongos…
Lo sé. Ha pasado bastante tiempo. No sé bien por qué, simplemente no me salía. Abría la página, la miraba, la cerraba. Agregaba “escribir post” a mi lista de pendientes. Le decía a quienes preguntaban “sí, luego, ya va”.
Pero nada salía porque faltaba el principio, el impulso. Las ganas de compartir.
He tenido bastante tiempo libre para sentarme al teclado, dos semanitas de ocio llenas de novedades de estreno, cargaditas de aventuras y paseos. Pero necesitaba la pausa. Y aún la necesito, y no sé por cuánto tiempo.
Así que voy a ser radical, porque no quiero deberle cosas a nadie.
Me voy, ya no escribo más. No puedo seguir siendo honesta. No puedo y no quiero hablar de las cosas que realmente me pasan, de entregar a los otros lo que en verdad me importa, lo que estoy viviendo por dentro. Ni siquiera estoy segura de por qué lo quise hacer en un primer momento. Y no tengo ganas de continuar diseccionando banalidades.
Soy una yo distinta para distintas personas, no hay forma de entregar un solo discurso. Y agota mantener la pose, ponerse el cartel, sacar profundidades de la superficie. Supongo que casi todo el tiempo somos superficie. Y supongo que ya no quiero convencer a nadie de que las cosas son así como las supongo.
Como sea, han sido grandísimos tiempos. La he pasado muy bien con todos ustedes, he sentido una cosa parecida a la amistad por personas a las que jamás les he visto la cara (al menos no en directo) y me he mantenido en contacto con aquellos a los que no les olvido la cara, con mi familia y mis amigos del otro lado del mundo.
Tal vez mañana me arrepienta, tal vez diga “pero qué tonta, sí sólo fue una blogi-crisis". Tal vez me reaparezca después con otro nombre, cuando mis cansadas patitas cerebrales se hayan detenido un rato. No sé. Lo que sí sé es que si estoy empezando algo, al menos quisiera empezarlo siendo consecuente.

lunes, 15 de agosto de 2005

Días moviditos (y poca imaginación a estas horas para inventar un título más digno)

Muchas veces me quejo de que no tengo nada que hacer, que me la paso del trabajo a la casa y de la casa al trabajo, que mi vida se reduce a mantener una apasionada relación con los billeteros de la tienda y planear mi próxima huida a los almacenes, ordenar mi casa (o al menos sicopatearme con que lo tengo que hacer), ver Amiguitos (traducción: mi gran placer culpable de Londres, las 10 temporadas de Friends) y dormir. O sea, y en pocas palabras, suelo quejarme de que mi vida es fome.

Pues bien, estos han sido días moviditos, con panoramas, salidas y letras con las que llenar mi agenda. Y como ocurre muchas veces, mi primer impulso fue incumplir descaradamente con mis planes y compromisos sociales –un malvado impulso que acaba de intentar reproducirse a la hora de escribir este post- y quedarme en casa vegetando. Algo bastante comprensible por lo demás si se considera que llevo dos semanas seguidas metida en la tienda y ahora con el horario de jornada completa, por lo que esperaba este desacostumbrado y paradisíaco fin de semana de dos días con ansias irreductiblemente descansadoras. Pero la Vero sabia y evolucionada que llevo dentro –o al menos eso se cree- me dijo que no, que venciera la paja y saliera, y mis ansias rebeldes tuvieron que guardarse para mejores momentos.

Estoy agotadísima, mi pieza es un asco, tengo kilos de ropa sin lavar y mi ya conocida lista de pendientes bastante abultada pero el balance es positivo, partiendo por la sensación agradable de que tengo cosas que contar. Y aunque en estos días haya extrañado a mis amiguitos televisivos, al menos mis horas utilizables no se han reducido a sentarme a ver como viven otras personas, por lo demás inexistentes, sino que a existir.

He estado con mis amigos –reales, tocables, impredecibles-, me he gastado la lengua con ellos, me he reído con ellos.

He salido con mi roomy, léase Cabra Chica a un mes de dar a luz. Y eso es rico, porque aunque vivamos juntas no siempre podemos hacer cosas juntas, porque fuera de las paredes de la casa se comparte distinto y porque me encanta que tengamos amigos en común.

El único balance negativo son los gastos, pero andaba bastante controladita en estas semanas, así que me lo permití sin asco ni remordimientos.

Bueno, la cosa es que el viernes trabajé hasta más tarde, porque la tienda era un caos de turnos mal asignados y arreglines de última hora. Después me fui a mi casita a botar los estreses y darme una duchita reponedora, porque quería ir bella y despierta al cumple de Andrea (léase: mi amiga chilena que llegó aquí antes que yo y me recibió en su casa cuando llegué, además de la única asistente, junto con su novio y un amigo, al paupérrimo primer intento de celebración de mi cumpleaños). Así que con CC nos despedimos de los amiguitos y nos fuimos a disfrutar de las delicias culinarias y las dosis de chilenidad que nos esperaban en la casa de Usera. Tranqui, agradable y alimenticio, unos cuantos compatriotas, una chica de no sé donde y una amiga cumpleañera a la que aprendí a adorar en poquito tiempo, la receta perfecta para un viernes por la noche que deba combinar su cometido de viernes como Dios manda, día de salir y acostarse tarde con el de viernes pre sábado laborable, una verdadera aberración pero no por eso menos inevitable… o sea, algo que hay que asumir no más.

El sábado tuve nuevamente cambio de turno. Indispensable por lo del caos, pero lo sugerí yo misma, haciéndome la buenita, sacrificada y súper preocupada por la tienda. La gracia: dormir un poco más, entrar a las 2 de la tarde. La desgracia: salir a las 10, ya de noche y hecha polvo. El objetivo: juntarme a la salida con Pomelo y no morir en el intento, o sea, perseverar en nuestros planes hiper mega fashion de ir a ver bailar a Toni, el rítmico-exuberante y disfrazadísimo Toni que en realidad es en el día cuando se disfraza, de vendedor de alfombras todo control. Al final no fuimos, por razones varias que incluyen a unos viejos demasiado sicopateadores, unas faldas demasiado cortas, una llamada demasiado tarde y una Pomelo demasiado cansada. Así que terminamos en mi sillón viendo una película espantosa y conversando hasta las muchas de la mañana, lánguidas y totalmente convencidas de nuestra opción. Aunque me sigue quedando pendiente el ir a ver a Toni en plan reina de la noche, ya parece una maldición porque siempre surge algo y... plaf.

Otro esfuerzo bien recompensado fue levantarnos hoy a una hora relativamente digna para ir a disfrutar de la piscina de Pomelo (¡sí, invitó!). Creo que llegamos como a las 3, nos dimos unos remojones, subimos a comer arroz con pescado y volvimos a entregarnos a los placeres acuáticos, hasta que el tirano reloj nos avisó que era hora de echarnos la flojera post piscina a la espalda y partir a casa de Dino para enfilárnosla rumbo a Getafe, lugar de celebración del cumpleaños del ilustrísimo Gigi (amigo y roomy del susodicho Dino). Pomelo al final arrugó, pero CC andaba en conexión con mis ansias de salir al mundo y se animó a acompañarme, cargando su piscina personal de 8 meses por los múltiples cambios de estaciónes y de trenes, acompañados de los inevitables rodeos y esperas en los andenes (mal que, por cierto, puede ser minimizado, pero para eso es necesario informarse del horario de salida de los trenes…).

Llegamos al fin al bar en cuestión. Estaba lleno y el pobre Gigi no paraba de trabajar, así que al final tuvimos que celebrar su cumpleaños sin él, aunque atacados por las delicias que ponía en nuestra mesa. Y soplaba un vientecito de lo más ad-hoc. Supongo que resumo el cómo nos la pasamos si digo que nos perdimos el ultimo metro de la línea 10 y tuvimos que tomar un taxi en Alonso Martinez. Cabeceando llegamos a la casa, y CC murió sin mayores preámbulos a los pocos minutos. Yo decidí resistir, aunque el estar bastante menos sobrepoblada que ella ayudó bastante, y me quedé conversando con Dino, y luego con Gigi que aunque estaba en un estado absoluto de destrucción post trabajo se apareció por mi casa. Y así estuvimos, mucho craneo mental, mucho darle vuelta a la vida, hasta las 7 y tanto de la mañana, o sea, hasta hace poco.

Sip, no me acosté relativamente temprano ni descansé todo lo que tenía planeado, aun considerando los escasos recursos minutisticos. Seguro que “mañana” tendré que autosacarme de la cama con espátula, y sabiamente preveo que no derrocharé ganas de partir a mi nuevo destino, Mejorada del Campo, alias la chucha del mundo, donde está la casa de Edita, que está sin padres y me invitó a visitarla y quedarme a dormir.

También tiene piscina, por cierto, además de otros elementos tentadores, aunque sé que la tentación de lo inmediato es más poderosa, Pero también sé que me meteré mis ansias caseras en el bolsillo y volveré a entregarme a las delicias del transporte publico, porque una vez levantado el culo de la silla –cama, sillón, wc o cualquier otro acogedor y sentable elemento de mi casa- me la voy a pasar de lo más bien.

Nada pero nada que ver, pero no sé por qué este asunto me salió con tanta frase larga y/o intercalada. Tal vez porque va bien poco procesado. Pero bueno, va. Así después, el día de mi muerte, no me retuerzo en mi tumba de arrepentimiento por no haber escrito este post.

Algo menos nada que ver: me sigue quedando pendiente devolver las visitas que mis blogi-colegas dejaron de forma tan generosa, sacrificada y/u ociosamente en mis ultimos post. Presente está, como diría Yoda. Paciencia, pliiiiiis, como diría yo, que en los próximos días sí que sí…

jueves, 11 de agosto de 2005

calorrrrrrr

Quiero escribir, pero hace tanto calor que se me derriten las neuronas, las ideas y las ganas.
No me quiero levantar. Se me pega el pelo al cuerpo, se me pega la piel a las sábanas, no quiero ir a la tienda, ando tonta, floja, me muevo por inercia. “Tienes mala cara” me dicen todos, “estás pálida”. Me arrastro como un bicho, entro al baño, tomo agua. Cada 10 minutos me escondo en el almacén, para dar un poco de descanso a mis piernas que se achicharran bajo la tela negra del uniforme de cucarachita, mientras miro obsesivamente el reloj para ver cuánto falta para irme a casa.
Llego a mi casa, me voy cocinar algo, saco las cosas, las miro, las toco, las guardo. Al final me hago un sandwish. Veo el compu, lo enciendo y lo apago, quiero pero no quiero escribir un post.
Quiero pero no se me ocurre.
Mis dedos no se mueven, están en huelga, se aburrieron de existir.
Se me cierran los ojos. El sillón me invita a seguir vegetando, y mi derretida voluntad se entrega a su reposo.
El ventilador se esfuerza, pero no logra sacudirme esta abulia que se adhiere a cada grado de calor africano que anda por estos lados de visita. Calor que me chupa mi escasa energía, que se la lleva no sé dónde.
Me duele la cabeza. Me duele la guata.
Me duele esta densidad que me envuelve, este blanco que no se llena, que sólo pasa.
Ya voy a tener vacaciones, pero la perspectiva de seguirme calcinando entre estas cuatro paredes no termina de entusiasmarme. No tengo plata, no tengo a dónde ir ni con quién, no está a la vuelta de la esquina la casa de mi amada madre, donde tan deliciosamente se escurren los minutos muertos.
Y tampoco tengo tina. Sólo un refrigerador lleno de botellas de agua congelada que se derriten lentamente por mi espalda.

lunes, 25 de julio de 2005

Veros habrá muchas, pero como yo… solo siete


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El otro día, caminando por la calle, vi a una chica igual que yo… sólo que no era yo.
O sea, no era igual pero sí muy parecida, otro corte de pelo, otra ropa, el mismo paso y la misma forma de estirarse el labio con los dientes. Me dio la sensación de que podría haber sido perfectamente otra Vero que se desprendió de mí en algún punto crucial de mi vida y siguió por un camino alternativo, hasta llegar a ese nuevo cruce en una esquina cualquiera del caluroso Madrid.
O tal vez era precisamente el calor, que me hacía alucinar.
Como sea, no pude dejar de preguntarme acerca de su vida, de sus rutinas, de sus gustos. ¿Tendría perro, auto, un trabajo gratificante? ¿Sería vegetariana o alcohólica secreta? ¿Hijos, novio, muchas deudas por pagar?
Y por ese camino inevitablemente llegué al inquietante “qué habría pasado sí…” que se ha quedado adherido en cada, supuestamente, gran decisión que he tomado, he dejado de tomar (y por ende también he tomado) o por la que me he dejado llevar (the same) a lo largo de mi “decidida” vida.
Que habría pasado si hubiera tenido más miedo.
O si hubiera sido más osada.
Si hubiera besado a Clemente (bueno, además que aquella vez que él no recuerda...)
Si me hubiera casado con Patricio.
Si hubiéramos tenido muchos hijos juntos.
Si anoche no me hubiera comido ese cus cus con verduras.
Si nunca hubiera encendido ese primer cigarrillo.
O ese primer porro.
Si nunca hubiera dicho “te quiero sin condiciones”.
Si efectivamente hubiera querido sin condiciones.
Si hubiera sacado el permiso de conducir cuando pude hacerlo.
Si hubiera estudiado párvulos o me hubiera hecho circense.
Si me hubiera quedado trabajando en el Merculo per sécula seculórum.
Si me hubiera quedado en Chilito.
Si me hubiera ido a otro país.
Si hubiera empezado a viajar antes o si no me hubiera movido de mi casa.
Si hubiera estudiado el otro master.
Si me hubiera cortado el pelo la semana pasada o no me hubiera cortado las uñas esta semana…
No es que busque realmente respuesta a estas especies de agujeros negros que estarán por siempre adheridos, como una costra que se regenera y vuelve a secar todo el tiempo. Es sólo que en estos días se me atraganta más fuerte que nunca la sensación de estar en un punto cualquiera, que perfectamente podría estar en otro. Que a veces me quiero cambiar a otro y no sé cómo. O a cuál.

Antes de ayer fuimos a cenar fuera con Dino, Pomelo, Cabra Chica y Venus, acorde a nuestro nuevo plan de convertirnos en dignos exponentes de lo que se supone que somos: adultos jóvenes, bellos (o al menos digeribles…), solteros, con trabajo, neuronas y salud, viviendo en una gran metrópolis la vida loca, o al menos mínimamente glamour de las series del canal sony. Aunque en realidad la cena era una especie de despedida a Venus, que decidió emigrar a las oscuras tierras del paro huyendo de los placeres laborales que Eugenio Risopatrón (mi amada tienda para los que vengan llegando) le tenía deparados.
O sea, que se fue, renunció un día cualquiera, apestada del trabajo. Aún sin saber qué cuernos hará ahora con su vida. Y pese a la pena de perder tan bellos amiguitos se la veía feliz, relajada, ingrávida casi. Flotando en su nueva libertad, entregada a la incógnita sin asco.
Envidié su capacidad de arrojarse a sus impulsos más urgentes sin tener colchón, aunque la Antonia me dice que envidia en mi todo lo contrario, la capacidad de aperrar y quedarme ahí aunque las condiciones sean adversas y el trabajo una paja.
Y a la vez que la envidiaba sentía que también tenía que aprovechar mi propia aventura de quedarme, por ahora y mientras dure, precisamente por eso, porque antes o después, nada dura. Se lo comenté a AM en su blog, que últimamente siento que no puedo olvidar que nada dura, que aprieto las cosas más fuerte porque siento que se me deshacen, que lenta pero inexorablemente se evaporan. Ya no estará Venus en la tienda, ya no sonríe con su cara de gatito con sueño detrás de los bolsos y las cajas. Temo al día en que dejen de estar Dino, Pomelo, Toni y Carlota, me da pena irme antes que ellos y temo irme después que ellos.
Aunque cuesta ponerse trágica comiendo las delicias del colombiano al que nos llevó Pomi, un café restorán de Malasaña con la peor atención y la mejor comida al que he ido. “Es como en Colombia”, decía ella, toda compungida por la demora, como si fuese culpa suya. “Así es todo allá -seguía ella, solo un poquito enojada porque nunca se enoja al parecer-, todo es un caos”.
Un caos es todo afuera, y siempre seremos exiliados, aunque nuestro terruño –el original, el mejor- ande sobre ruedas. porque el tiempo y el espacio se mueven bajo nuestros pies, nos pasan por el lado, se burlan de nuestros intentos de mantener las cosas en su sitio.
Así que para celebrarlo partimos a tomarnos unas copitas a un chill out de lo más “mono”, muy AJMG (ya adelanté el concepto… adulto joven mínimamente glamoroso), donde descansamos nuestra sobrealimentada anatomía en los acogedores brazos de cojines gigantes repartidos por el suelo y daiquiris de mora-plátano que se desparramaban lujuriosamente sobre cerros de hielo picado.
¡Salud por ti Venus!

(Y aunque no viene a cuento, aprovecho de saludar a Heidi y Celia, mis compañeras de colegio que se subieron a la misma ola loca que yo y vinieron a parar a estas extrañas arenas de nuestros supuestos antepasados. Hoy me invitaron a almorzar –lo que viene después del desayuno- en honor a mi cumpleaños, así que ha sido otro muy buen día, aprovechado, conversado y un pelín nostálgico. Un feriado más que bien gastado. Aunque sigo esperando que cierta amiga con nombre de cítrico tenga a bien hacer realidad sus reiterados ofrecimientos y me invite a su piscina…

¿Qué hubiera pasado si me hubiera ido a la piscina?
¿Si en mi casa siempre hubiera habido una piscina?
¿Cómo vería el mundo con la mente inundada de cloro y relax?

jueves, 21 de julio de 2005

23 maneras de responder a un “hola, buenas tardes” que no son precisamente un “hola, buenas tardes”

(un interesante estudio sociológico sobre las buenas maneras del comprador medio… y después se preguntan por qué los vendedores tienen tanta “mala leche”).

- Mmm
- esto
- para regalo
- esto para regalo
- son (para) regalos separados
- ¿envolvéis para regalo?
- envuélvemelo
- ¿me lo puedes envolver?
- ¿tienes cambio?
- grfrrrmhhrggfrrr
- ¿cuánto cuesta/es?
- ¿te queda éste en amarillo?
- ¿tienes algo con que limpiarlo?
- te pago con tarjeta
- tengo un vale
- ¿éste no está rebajado?
- ¿me pones éste?
- ¿esto se paga acá?
- ¿devolvéis el dinero?
- Tengo prisa
- ¿me lo cobras tú?
- ¡¿qué?!
- …


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jueves, 14 de julio de 2005

Nuevos aires con millones de grados

Se siente en el aire. Es tiempo de pausa y renovación. O ahora que estoy tan aficionada al teatro, de “intermedio”. Momento para respirar profundo y arremagarse… las mangas (¿qué si no?), que todavía queda mucho mañana sin gastar.

Se fue el Lucas a Santiago, de vacaciones, la casa se quedó en silencio, su pieza se siente vacía y el tiempo se hizo poco para intentar ahora sacar algo en limpio. Todo al final fue caos y pasó tan rápido, trámites imbéciles de última hora, dudas, sentimientos encontrados, miedo a que se fuera y todo volviera a ser tan difícil, y encima de todo la tiranía del reloj…

Había que entregar la memoria en tiempo récord, olvidarse de las tentaciones, los programas favoritos, las tertulias con los amiguitos del trabajo, las salidas por ahí, las delicias que me ofrecía mi nutrida biblioteca, el refrescante blanco mental del solitario spider. Obsesionada con la memoria, soñando con la memoria, ya sin saber si escribía cosas coherentes, los dos últimos días sin dormir para alcanzar a terminarla, escupirla, vomitarla por fin… para que saliera al mundo a buscarse la vida y a mi me dejara dormir una siestecita.

La casa… hecha un desastre. Antes de encontrar un pantalón ya se me había olvidado que lo estaba buscando.

Los amigos… ofendidos a muerte.

Y mi amadísima tienda de rebajas, abriendo también los domingos, llena de gente y de líos, y cada día era otro pero también parte del mismo, como un largo día sin pausa, todos como zombies sin saber si era martes o jueves (¿importaba acaso?), todos ahí toooodos los días.
Pero las semanitas del terror ya se acabaron. A veces es bueno que las cosas se acaben…

Me cuesta creer ahora que estoy sentada, tan tranquila, escribiendo un blog. Que por fin contesté todos mis mails y llamé a mi abuelita. Que en los últimos días he ido al teatro, a comer fuera –ambos dos con mi padre, de visita flash por estos lados- y de compras… ok, no llegué muy lejos, en realidad no pasé de Alcalá con Goya, pero es que tampoco lo hizo el presupuesto. Y aunque mi pieza sigue estando hecha un desastre por fin me depilé, al menos en las zonas más visibles (creo que ya había hecho un comentario acerca de parecer la novia de King Kong en mis períodos de caos, y el amigo Roberto dijo algo así como que lo encontraba sexy… bueno, en la tienda he aprendido que en gustos no hay nada escrito, jejeje).


Otra novedad, que me dieron el permiso de trabajo y residencia, habrá de darle más tiempo a estas tierras enconces. Por lo menos por ahora... al final, todo es por ahora.

Lo único que tengo pendiente en mi lista satánica, antes taaaaaan abultada, es ir al correo a tratar de convencerlos de que me den una carta con unos documentos que mandaron del hospital donde fue una vez el Lucas y que por error viene a nombre de Romualdo, su señor padre. Que por cierto, como ahora me cae bien ya no se va a llamar Romualdo. Así que se aceptan sugerencias para el re-bautizo…

Hace calor, mucho calor, pero esto feliz como una lombriz que tiene nuevamente compu en la casita. El ventilador da vueltas y mi cabeza, por una vez, no.

martes, 21 de junio de 2005

Conejito feliz

El otro día en el trabajo me fui a dar unos paseos por los territorios altos de la tienda, donde están los chicos, las cosas caras y el mercadillo (curioso, pero en fin). Un poco por sacar la vuelta y otro poco porque quería llevarme para mi sobrino uno de los cojines en forma de conejito que tenían en súper oferta, todo un éxito entre las abuelas y madres madrileñas. Cuando llegué me encontré con la mala noticia de que recién se habían vendido los últimos tres –estaban desde antes que yo llegara- y tampoco quedaban más en la nave. ¿Están seguros?, preguntaba a mis compañerillos con cara compungida, es para mi sobrino, porfa, búsquenme uno. Nada, no hay nada, decían. Más tarde le comenté lo mismo a Toni, que esa mañana no había ido, sólo por si acaso… "No nena, no quedan. Si sé de algo te aviso".

Aunque el asunto se me había quedado atragantado (ya me había hecho la imagen mental del gran Cococo, que debe estar enorme y aún más exquisito que cuando me vine, abrazado a su cojín) me terminé olvidando. Unos días después estaba abriendo la caja y me encuentro con un paquete encima de la mesa. Lo saqué para ver qué era y ahí estaba el cojín, sonriéndome con su cara de conejito feliz. No estaba segura de que fuera para mí, asi que subí a preguntarle a los chicos si sabían algo. "Te lo bajé yo", me dijo Andrés cuando llegué. "Vino una señora a hacer un cambio y otra lo vio y se lo estaba llevando, pero le dije que estaba reservado y lo dejé aparte para que no se lo fueran a llevar de nuevo. Lo más divertido de todo es que Toni también quería guardarlo, y estábamos ahí, peleándonos el conejo cuando me dijo ¿pero tú para qué lo quieres? Es para guardárselo a la Vero. Ah, pero si yo lo quiero para lo mismo".

"Gracias Andrés, te pasaste", le dije con cara de máximo enternecimiento compañeril, y entonces la cara de Héctor se asomó por detrás de unas alfombras: "¡Yo también cari, yo también te lo guardé. Eh, que yo también andaba preocupado de eso!"

Mi trabajo es tóxico, y no hay día en que no me levante pensando "guaj, que paja, tengo que ir a la tienda". Si pudiera, no me demoraría ni dos segundos en emigrar a lugares más apetecibles, para sacudirle las telarañas a la mente y estimular un poquito la creatividad. Será que mis reminiscencias católicas ayudan un poco –todo el rollito ese de la parábola de los talentos y el desperdicio de los dones que el buen Dios puso en nuestras manos-, pero mi deseo de olvidar que existe tanta gente apestosa, mal educada y tonta pululando por las tiendas no tiene nada de devoto. Sí, sin duda me las emplumaría sin pensarlo ni un poquito, aunque cada vez que me entrego al agradable paladeo de esa sensación de espacio recuperado algo se me queda ahí, como un aire espeso en mi estómago que va cobrando forma y cara, una procesión de caras que se empujan por su derecho a permanecer intactas. Bromas en el baño, almuerzos multitudinarios, el cigarrito afuera de la tienda, las conversaciones hasta tarde con Dino, las graciosísimas confidencias sexuales de Toni, la risa de Paulina, la compañía de Carlota, los desayunos con Elena, la sensación de pertenencia. Hasta las compulsivas bromas de Serafín. Los amigos, pero no cada uno de los amigos que he ido haciendo, sino que el todo que ellos forman ya convertidos en otra cosa, un todo que de alguna manera pertenece a la tienda y se queda con ella. Que viene en el mismo paquete.

"Es la ley de mercado, eso que se llama costo alternativo", diría seguramente Dino, con su mente siempre práctica y su tono de filósofo contemporáneo. Sí, tal vez se le podría poner otro nombre menos financiero pero supongo que al final se trata de eso. No se puede tener todo, en la vida hay que elegir y siempre se pierde algo, o como dicen por ahí, "descubriste América por teléfono". Yo lo único que sé es que mañana no tengo ganas de ir a trabajar. Se lo digo a mi conejito, pero no me contesta.

lunes, 30 de mayo de 2005

juro que quiero, juro que no quiero...

Quiero, juro que quiero escribir un post desde hace mucho. Y que no quiero dejar pasar tanto tiempo sin dar señales de vida.
Juro que quiero hacerme el tiempo, juro que guardo anécdotas en mi cabeza, que a cada rato pienso "sobre esto debería postear", que me acuerdo de esta pseudorelación tan especial que mantengo con el cyberplaneta...
Pero mi computador ha muerto, definitiva, terrible e ineludiblemente pasó a mejor vida dejándome en un mar de caos y confusión... y mi tiempo es poco, y el Lucas odia venir a hacer sus tareas al cybercafé, que de pasadita es caro, chico, lento, feo y está siempre lleno...
Así las cosas he tenido que elegir por esta vez dejar mi correo inmaculado -pese a su apremiante acumulación- para poder asomarme por estos lados, aunque sólo sea para decir que no estaba muerta ni andaba de parranda, sólo liadísima (estoy empezando a pensar que ese es mi estado natural), con el plazo de entrega de la memoria del master que pende amenazadora sobre mi cabeza y unos cuantos amigos ofendidísimos porque no los pesco por el msn en esta roñosa media hora en que supuestamente debería haber contestado mis 3 correos además del de mi retoño, buscado unas cosas pa' la redacción de mi trabajo y leido a mis queridisimos amiguitos bloggers que si se portan bien y hacen las tareas... partiendo por el ilustre y nunca bien poderado Barro, que ha venido a posar sus huesos por mi casa durante algunos días.
Voy a ver si alcanzo.
Y ya lo sé, no dije nada interesante en verdad, no conté nada, no ha sido un gran aporte. Sin embargo, acabo de darme cuenta de que este es el primer post que escribo "a capella", sin haber hecho antes un borrador ni haberlo pensado mucho, mi primera criatura escupida directísimamemente sobre este ilustre blog. Not my style, pero en fin...

martes, 19 de abril de 2005

Enseguida regreso...

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No. Aún no estoy lista para volver a estas lides, e incluso los pocos minutos que ahora mismo le robo a Morfeo me hacen sentir irresponsablemente derrochadora. La última vez que fui a trabajar sin haber dormido una cantidad razonable de horas tuve que huir de la caja para no hacer más desastres, y Tirso me miraba con cara de preguntarse si no estaría bajo los efectos de algún sedante extraño. El tiempo pasa, nos vamos poniendo… dormilones, jejeje. Pero es que tengo el blog como página principal, y ya estoy aburridísima de que se me aparezca mi cara delante del relojito famoso ese cada vez que me conecto a Internet, así que decidí aplicar cambio de look por estos lados. Y bueno, supongo que estaba necesitando un pelín de contacto con el mundo externo.
Con respecto a la foto elegida, sí, es rarita, y estaba tentada de decir que fue lo primero que pillé por ahí, pero la verdad es que estuve como media hora paseándome por la red sin que nada me convenciera (casi casi puse el cuadro de Cronos devorando a sus hijos... same style, you know) y de pronto me encontré con esta especie de tapiz de la felicidad que primero me impulsó a pasar rápidamente de largo y luego sedujo mis intrincadas conexiones emocionales de formas que aún no puedo comprender. Tal vez simples deseos de tomar Bilz y Pap. Se aceptan colaboraciones varias al respecto. Sé que corro un gran riesgo al decirlo, pero de cualquier manera es más barato que el psicoanálisis…
:)

miércoles, 23 de marzo de 2005

Delicatessen

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Londres en Londres es pausa, degustación, una cosa tangible y delicada, deliciosamente estética. El aire, más ingrávido, se lleva presuroso el sutil dolor de la no pertenencia.
Londres después de Londres es un torbellino difícil de detener, un fizzzz, arena entre los dedos que se escapa como los nombres de los muchos lugares por los que anduvimos, nombres que debería ser capaz de recordar por un mínimo de dignidad, pero no hay caso: el relojito típico, la fuente de Eros y los besos de no sé qué, el museo ese de arte moderno y el otro de los cuadros famosillos, el puente de nosecuantito, el palacio ese, la ruedita gigante cápsula-galáctica desde donde se veía casi toda la ciudad, Soho, Saho, Suho…

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Londres siempre de la mano de otros, lo reconozco como un viaje protegido, pegada al sentido de la orientación del resto del grupo (hasta el Lucas me ganaba en saber para dónde caminar!), absorbiendo sus pasos seguros. Tal vez algún tátara tatarabuelo perdido por ahí me dejó unos genes despistados por herencia, tal vez con un poquito de comodidad incluida…
Londres incansable, 6, 7 horas diarias aplanando calles, caminando por cuanto rincón se nos ocurría meternos, salirnos del mapa y salvar con el metro cuando ya no se daba más, el viejo, enorme y feo, pero a la vez envidiable metro, tan simple, tan british, tan lleno de cosas y de gente… y con unos asientos que parecían sillones, lo mejor, jeje. Pero más ganas daban de estar afuera, buscando esas calles de puertas antiguas y rejas abiertas, chimeneas de ladrillo y balcones de ventanas generosas y macetas con pequeñas florecillas asomándose con colores nuevos. Algo parecía haber detrás de aquellas rejas abiertas y cortinas de telas vaporosas, algo tan diametralmente opuesto al dolor y al hambre que llegaba a ser doloroso a la vez que balsámico, como si la abundancia pusiera en el otro lado de la muralla cosas inesperadas, Alicia preparando el té de las 5 mientras el conejo se ríe de nuestra cara de apuro y el sombrerero loco nos recuerda con toda cordura que todo es un sueño.
Y salió el sol, todos los días, y los parques se llenaron de gente sacando la piel para saludar al esquivo cara de gallo… todos despaturrados por igual, languideciendo como elegantes gatos con las tripas al aire, vientres blancos transparentes, muslos negros azules, poros asiáticos bebiendo del calor generoso.
Y sí, oh yes, I speak english, bastante mejor de lo que me obstinaba en creer, teniendo en cuenta lo añejo de mis conocimientos. Grande Instituto Chileno-Británico, thank you very mucho… dicen que uno cuando crece valora ciertos esfuerzos paternos, como someter a los hijos a variadas actividades extraprogramáticas y otros desvaríos…

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Como verán, hasta protesta le hubo, pacífica como buena manifestación por la paz, y concurrida, y yo feliz me manifestaba en un estado de semivigilia (solcito, pasto, almuerzo abundante y visita prolongada al museo… calculen), mientras mis cultos acompañantes –Padre / Cabra Chica / Pelucas – seguían en la aún más prolongada contemplación de Cristos sangrantes, piluchos de todo tipo, paisajes varios y otros exponentes del arte clásico que le dicen. Y también musical, mmm, yeees, el segundo en menos de un mes, esta vez El Rey León y sus disfraces espectaculares, bello, tanto como las vitrinas y escaparates, con ropas increíbles, supermegafashion bolsos y accesorios, libros de todos los tipos, películas y… ufff, me callo porque si no, no paro. Y me entra el hambre…

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Londres, como verán, me gustó. La “experiencia-Londres”. Compartida con “un pedacito de mi gente” (siempre con el otro pedazo, mi queridísima familia santiaguina, en el recuerdo y las ganas de compartir el hipo del momento). Relajada a la vez que aprovechada. Y lo mejor de todo, me saqué la máquina de la cabeza.
Vero en off.

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PD1: Me van a tener que perdonar el caos. Necesitaba vomitar lo que se me fuera viniendo antes de que se me desmigajaran aún más las miguitas que me quedan entre los dedos.

PD2: Una vez cumplido el deber patrio vuelvo a decretar un receso en este blog. Mi padre sigue en casa, acaba de llegar de Suecia mi amiga Caracola, el Luque desea compartir tiempo con su amada madre (sobre todo ahora que se acerca su primer día de clases) y me llegó un mail de un profesor de la escuela sugiriendo muy sutilmente que tenga a bien enviar el trabajo que le debo hace más de dos meses, además de mi inminente cambio de casa a fin de mes y la urgente necesidad de adquirir elementos indispensables para dicho acontecimiento, como… colchones! (entre como 25 otras cosas que tengo anotadas en una lista desesperantemente autopoiética - por más que la rayo siempre aparecen cosas nuevas y nunca disminuye- y que me dan lata seguir contando).
Tal vez me tire por ahí alguna línea loca, si algo se me atraganta mucho. Pero no quiero sentirme con esa rara culpabilidad que me da al desaparecer más de una semana, necesito explicarme para desaparecer lo necesario, sin asco y sin remordimientos. Porque la maldita lista debe empezar a morir ya.
QEPD.

PD3: Mi madre dice que las energías positivas ayudan, aunque uno esté al otro lado del mundo y sienta que con escuchar no alcanza. Así que quiero aprovechar de mandarle todo mi amor y mis mejores vibras a mi sobrino Gonzalito, de quién me acordé todo el viaje. Estuvo muy muy enfermito, pero afortunadamente la cosa ya va en retroceso… :)

Feliz finde largo! (aunque yo trabaje el sábado, grrr)