miércoles, 1 de septiembre de 2004

La basura en su lugar…

Cuando tenía como 12 años mi mamá fue a ver a una adivina para que le leyera las cartas. La mujer le dijo que yo iba a ser una ecóloga totalmente entregada a la causa de un planeta más limpio y entero. Ese fue el principio de la debacle… Porque por más que lo intenté, mi existencia poco tiene que ver con interesarse en salvar el amazonas o las ballenas de algún lugar, pero nunca pude dejar de sentir que en el algún punto del camino me había extraviando, perdiendo para siempre mi destino de furibunda conservadora del planeta y de no sé cuántas otras cosas más que me estaban deparadas y ya no fueron, cruzando pantanos infectados de mosquitos con mi camisa caqui, siempre dispuesta a algún sacrificio para preservar a un bicho en extinción... un catálogo de hechos que estaba esperando por mí, cuidadosamente colocados en alguna especie de estantería cósmica celestial. Lo único que tenía que hacer era vivir la vida como se supone que estaba prevista, en vez de irme por otro lado. O sea que torcí la linea del tiempo y me fui por una vía alternativa, como la que que salía en "Volver al futuro", no sé, tal vez en algún punto del camino no recogí un papel arrugado del suelo y en ese instante dejé pasar la iluminación divina, el llamado, lo que sea.
Y es en ese mundo paralelo en el que vivo hoy, siendo otra distinta a la que estaba llamada a ser, menos preocupada del prójimo de lo que me imaginaba de chica, y ya casi sin recordar las calcomanías verdes de "un planeta limpio" que pegaba en las ventanas de los autos o los carteles de prohibido fumar que ponía en la puerta de mi pieza... Pero como sea soy la yo que conozco, o tal vez no conozco tanto, eso es un intenso trabajo cotidiano, pero soy con la que vivo día a día, con la que me despierto, con la que me baño y salgo a la calle, hecha pedacito a pedacito con todo lo que me he permitido vivir. Y sólo podria soportarme a mí misma tal como soy ahora.

Eso si, no dejo nunca de separar la basura. Reciclar que le llaman. Un detallito que me encanta de este país -aunque a veces me tortura, un cartoncito fuera de lugar y ya tengo al insoportable pepe grillo dándome la lata- y que permite acallar mis remordimientos planetarios: la bolsita para los envases, la bolsita para papeles y cartones, la bolsita para los vidrios. Aunque no tenga –ni me quepan- 4 basureros en la cocina y la antiestética propulsión de bolsas plásticas repartidas por el suelo y colgadas de clavos no sea de lo más glamour. Por lo menos me vale como moneda de pago a cambio del permanente regalito de humo que le dejo a la capa de ozono. Aunque las pilas no las reciclo. Una vez alguien me dijo que las iban a tirar en Latinoamérica. Sí, sí, puede ser una vil calumnia, uno más de los mitos que intentan enlodar el nombre de este lugar que por cierto –ante críticas recibidas por críticas emitidas- me gusta mucho y se aviene muy bien con mi alma citadina. Y no de lo más ecológica. Pese a que creo que acabo de mandar un mensaje universal de reciclemos la basura. En una de esos agarro una curva secreta y vuelvo a mi destino original. Sí, reciclemos la basura. Aunque nos cueste.

Pero no las pilas… (por lo menos hasta que consiga aclarar el misterio de su destino final).