domingo, 5 de septiembre de 2004

Luz, cámara, acción

Últimamente me la paso diciendo que mi vida es aburrida mientras espero que pasen cosas increíbles, que empiece de una vez por todas a desarrollarse una especie de guión espectacular que me va a traer –porque sí, porque me lo merezco (¿), porque se me antoja- fama, fortuna y sexo desenfrenado y placentero hasta los 90 años (bueno, de la fama prescindo, que por lo menos acá se ha convertido en una verdadera tortura, pero los otros dos deberían estar en la lista de derechos humanos inalienables del señor destino).

La cosa es que sigo esperando y no pasa nada. Así que como primera medida para hacer algo digno con mis últimos 62 años sexualmente útiles de vida me sacudí las telarañas y partí al cine, a ver si por ahí sacaba inspiración para escribir las primeras líneas de mi horror movie particular. A ver Mar Adentro. La de Amenábar. Esa con la que joden tanto en la tele. No sé por qué esa, me niego a aceptar que el casi anecdótico compatriotismo que compartimos haya tenido algo que ver en mi elección. Claro, el cabro es joven, talentoso y exitoso. Un verdadero ejemplo a seguir… bufff, nada, pura envidia no más. Así que por ahí no va la cosa. Tampoco por el asedio mediático. O por alguna patológica necesidad de sufrir. Digamos que porque sí. La cosa es que se me ocurrió ver esa película así que fui, derramé estrepitosamente las lágrimas que la ocasión ameritó y salí con cara de mapache y agradeciéndole a la vida no ser tetrapléjica. Luego me fui a juntar con Pau, mi amigo que se fue a vivir a París hace poco más de un mes (se iba a llamar Pancho, pero casi le dio un colapso emocional cuando se enteró de su nombre ficticio, jeje).

En Alcalá con Goya como en los viejos tiempos (mi Pedro de Valdivia con Providencia particular), y yo disfrutando aún del poder mover mis extremidades hasta que en algún momento de la noche vino la pregunta de rigor, esa que paraliza el cerebro: bueno, ¿y qué cuentas? Y hasta ahí me llegó la inspiración del día.

Nada, le dije, mientras me estrujaba las neuronas tratando de encontrar algún aporte a la conversación, pero sólo se me vino a la cabeza un mar de imágenes de mi misma vegetando por mi casa, vegetando por la vida, rodeada de luz artificial y de esperas: que sea más tarde para llamar por teléfono, que sea el próximo día para ver si viene más interesante, que sea el próximo mes para ver si… y entonces me di cuenta de que vine hasta acá para seguir subexistiendo, que el cambio de paisaje es sólo externo, y que la parte de mí que quiere viajar está donde mismo, diciendo lo mismo.
- Nada. No hay mucho para contar. Sólo novedades chiquititas.

Igual me alegró ver a Pau. Aunque reconozco que habría preferido una conversación más de a dos, aún sin tener mucho con que rellenarla. Como que necesitaba nuestra isla. Ese espacio que es sólo de ambos, esa arista de nuestra amistad que sólo muestra el filo cuando estamos solos. Un mundo construido con pedacitos del mundo de todos pero pedacitos que son de nosotros. O más bien creo que necesitaba saber si esa isla aún existe. Supongo que siempre me pasa con mis buenos amigos, como que en algún punto me estreso y empiezo a buscar detrás de cada gesto el reflejo de ese vínculo, su fortaleza, su realidad. Como si fuera una tarea que me mandaron del colegio, mantener alguna especie de sistema complejo funcionando, bien engrasado, que no suene. Pero a veces necesita hacerlo. O es la vida la que lo hace sonar, tronar o incluso estallar.

Y otras veces necesita que lo dejen en paz, así que esa fue mi reflexión sabia del día. Y me fui a la comida totalmente en paz con la existencia, y encontré la paz en una carne sanguinaria, que casi pataleaba de lo cruda pero que sabía mejor que el mejor lomo que he probado en Buenos Aires (de hecho creo que esa era la procedencia del pobre animal, así que ¡tres hurras por el lomo argentino!.. y por el chorizo español, claro) y en una caminata por el paseo de La Castellana que con un poco de imaginación y 7 meses en el cuerpo lejos de casa me llevó casi a sentir que estaba en el Parque Forestal. También encontré relajo para mi espíritu en una reunión multitudinaria de amigos de siempre –no los míos, los de todos los otros, pero que funcionaron de prestadito para mi gula de pertenencia-, y en una guerra de piedrecillas a las 3 de la mañana. Parece que después de todo no se está tan mal extra-guión, en los descansos del rodaje también pasan cosas, aunque no tengan efectos especiales ni música de fondo.

Ahora tengo que irme. Rebeca acaba de llegar de Puerto Rico y voy a verla para que me cuente de su viaje, para comer arroz tres delicias y tomarnos un vinito, darle a la lengua y aceitar un poco la máquina… Y a ver si en el camino pongo algunos acentos.
¿Alguien más sale a caminar con el único objetivo de ver si pasa algo increíble en la próxima esquina?

6 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Y sí Vero, en Madrid o en Cali es lo mismo. Yo también salgo a caminar esperando que pase algo. En alguna época esta ciudad era famosa por los asesinatos del cartel. Cuando niña tenía mucho miedo a salir a caminar por eso. Me gusta creer que el desempleo y la falta de picheo ha ido mellando mis miedos. Ahora salgo con mi cámara de fotos y me siento culpable porque desearía ver a alguien morirse justico en frente mío, que me demostrara por contraste que estoy viva.

Para eso viste "Mar adentro"? Para sentirte mejor que el tetraplégico? Qué fue lo que falló?
Amelia

1:20 p. m.  
Blogger Vero said...

Alegrarme la existencia con las desventuras de un tetrapléjico... que fuerte. No sé si habré ido por eso, francamente, pero al final el efecto fue el mismo: ese extraño confort que brota de la miseria ajena (mayor parece mientras más nos conmovemos)... que bien lo dices, y que especiales somos, jo...

9:46 p. m.  
Blogger Barro said...

Este blog ha sido eliminado por un administrador de blog.

2:35 p. m.  
Blogger Polilla said...

Este blog ha sido eliminado por un administrador de blog.

5:29 p. m.  
Blogger Polilla said...

Curioso... hace un tiempo me la paso preguntándome por que las cosas son tan fomes, y tratando de convencerme que en algún momento serán mejores. Pienso que la vida no puede limitarse a levantarse, trabajar, ganar plata, gastarse esa plata y tener que seguir trabajando para recuperarla. Luego me acuerdo que cuando era chica - mas chica - pensaba lo mismo, sin embargo, cuando miro hacia atrás me doy cuenta de la gran cantidad de cosas espectaculares por las que he pasado y que han hecho que me sienta la protagonista de una peli bastante entretenida, o atractiva por lo menos. Producto de estas divagaciones, que por lo visto han sido contemporáneas a las tuyas, he decidido dejar de quejarme y estar preparada para el segundo siguiente pues cuando haga una retrospección descubriré que fue increíble y que ni me di cuenta. Estoy segura que en un tiempo mas me entenderás, y todas esas horas persiguiendo a Maya, separando la basura, caminando por caminar van a ser topisimos y querrás volver a vivirlos. Aunque no me creas... Ah! Y cual seria mi nombre ficticio? Porque no me has nombrado ni una sola vez y mi hambre de fama comienza a sentirse ofendida.

6:06 p. m.  
Blogger Polilla said...

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6:39 p. m.  

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