martes, 21 de septiembre de 2004

Para todo espectador

Después de todo, mi celebración alternativa del 18 no terminó nada de mal. Cena en casa de Nadia, aprovechando la ausencia de Isolina. Loreto, pobrecita ella, andaba patiperreando por algún rincón del país, así que fuimos los ya habituales: la gentil anfitriona, la damisela que les escribe y los nunca bien ponderados Ismael y Hernán. Bueno, y Julián el infaltable, que suele asomar la nariz cuando ya nos hemos tragado todo y hemos pasado a la etapa “desparramo en los sillones”, también conocida como “momento de la estimulación mental”.

¿Qué puedo decir de un encuentro entre 5 amigos que no haya dicho antes? ¿Importa el menú o si esta vez tomamos gin en vez de vino? ¿El apetito de los comensales? ¿El color de nuestras camisetas? ¿Las frases más ingeniosas de la noche? ¿Los minutos que fueron usados en reírnos o cuántas confidencias intercambiamos?

Puedo decir que fuimos niños y gozamos, jugamos y nos divertimos, usando como pretexto un salón en penumbra y una artillería de preguntas subidas de tono, picaronas, indiscretas dentro de lo permitido, disfrutando de esa comunión rara que nace de conocer la postura favorita en la cama del que tienes al lado. Pequeñas intrusiones que no perdían su liviandad, con derecho a omisión y una tapita de gin como castigo. Una regresión a los 15 años, con más oscuridades que compartir pero a la vez una mente que se ha ido aclarando con los años, menos escandalizable frente al aumento de carne en la parrilla. O sea, en estas épocas de desenfreno, un capítulo con horario apto para todo público. Y como tal, debe tener un final feliz. Un mensaje de esperanza.


¿Cuándo te empiezas a sentir parte de un lugar?

Tal vez cuando vas caminando por la calle, después de una reunión de amigos, y te sientes como el protagonista de una serie de TV, esas donde salen muchos tipos pasándola bien en una gran ciudad, juntándose a cenar y contándose sus rollos. Y estás ahí, con el guión en la mano, lista para decir la siguiente línea y te das cuenta de eso, de que estás ahí, que el papel es tuyo, que eres tú. Protagonista. Tal vez menos glamorosa que Rachel, seguramente menos divertida que Phoebe, con cenas donde el arroz se quema en la olla y el postre viene en envase plástico, donde hay problemas que no se curan con la frase divertida de tu compañero de reparto, pero a cambio tienes risas que son de verdad, no carcajadas de cartón envasado. Y con días que quieres agarrar para que no se vayan, para ponerlos en el portafolio de los capítulos favoritos, los grandes éxitos de tu propia serie. Amiguitos, vol 1.

Te sientes parte también cuando te quedas a dormir donde una amiga y te pones sus bragas y su camiseta, sin preguntarle si puedes usarlas porque ya está dormida. Y cuando al otro día te las llevas puestas a tu casa. Cuando te vas de su casa a la hora que se te antoja, sin mirar el reloj o buscar en su cara signos de cortesía. Porque no estás de visita. Simplemente estás.

Cuando iba caminando hacia mi casa pasé por una esquina que me encanta, Alcalá con la calle de Villanueva. Siempre que paso por ahí saludo a mi tata, porque esa es nuestra calle, la que lleva nuestro nombre, y desde ella me mira esperándome. Lo dejé anciano y muriendo, hace más de un año en una maldita clínica de Santiago, lo dejé en un cementerio de verdes y apagados cerros, al otro lado del océano. Y en esa esquina lo he encontrado, rejuvenecido y sonriente, y detrás de las vidas que se asoman por los balcones que dan a la calle flota un aroma que huele a colonia inglesa y talco, a un huequito propio en el mundo.

Cuando iba caminando hacia mi casa pasé por la calle de Villanueva y supe cuántos pasos exactos faltaban para la pastelería que está un par de cuadras más allá, la que tiene ese pan tan rico que me encanta y que a veces compro por el puro placer de entrar después en mi piso, con una bagette debajo del brazo, y disfrutar de la deliciosa sensación de dejar las llaves sobre la mesa y sentirme en casa. Una sonrisa y digo corten, antes de darle una mordida a la barra. Aún está calentita.

4 Comments:

Blogger Alvaro said...

EL ARBOL QUE TU OLVIDASTE
(Atahualpa Yupanqui)

El árbol que tú olvidaste
siempre se acuerda de ti
y le pregunta a la noche
si serás o no feliz

El arroyo me ha contado
que el árbol suele decir:
Quien se aleja junta quejas
en vez de quedarse aquí

Al que se va por el mundo
suele sucederle así,
que el corazón va con uno
y uno tiene que sufrir
Y el árbol que tú olvidaste
siempre se acuerda de ti

Arbolito de mi tierra
yo te quisiera decir
que lo que a muchos les pasa
también me ha pasado a mí

No quiero que me lo digan
pero lo tengo que oír:
Quien se aleja junta quejas
en vez de quedarse aquí

8:52 p. m.  
Blogger Vero said...

Estimado: Me he puesto (me has puesto) a pensar. Si acaso estoy quemando mis árboles por intentar sembrar plantas nuevas. O lo que busco, más bien, es un poquito de esa sombra perdida, que lloro en silencio sin olvidar, buscando al mismo tiempo la risa que sólo se enraíza dentro mío. "Soy feliz yendo por el mundo, resido donde anida la música, la poesía”, dijo Yupanqui, con su árbol bien clavado en las entrañas. Yo tengo muchos árboles y también soy feliz, porque la felicidad no es sólo alegría. Y tengo un bosque, que se llama Lucas, y es el dolor más hermoso que he conocido. Es mi hogar, el rostro que le falta a mi balcón, mi patria, mi todo. Pero está lejos. Y lejos de su abrazo sigo siendo extranjera. Aunque estoy aprendiendo a vivir con ello.
1 beso

1:13 a. m.  
Blogger Roberto Arancibia said...

Vero, precioso tu escrito, me has sacado escalofrios y de esos me dan pocos. Tu descripción de los amigos, de la calle del tata, de la baguette bajo el brazo me han dejado pensando. En tu dolor hermoso, en el Lucas, en lo que me falta a mí ahora. Uf, cómo me has dejado.

No puedes escribir eso y quedarte tan tranquila.
Aunque no creo que te quedes tranquila, se nota la fibra de cada nervio y los latidos... de aquí se escuchan.

Un beso conmovido.

3:04 a. m.  
Blogger Polilla said...

Odio que me hagan llorar en los lugares menos indicados, que suelen ser los únicos lugares donde te leo...
Tema aparte, y aprovechando la instancia; Hipólito, ¿te podrías conseguir uno de aquellos maletines grises tan bonitos que regalan en Acreditaciones?
Sí Vero; es que siento tanta envidia de tus amistades por allá, que me voy a robar las que dejaste por acá.

11:59 p. m.  

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