martes, 9 de noviembre de 2004

En respetuoso cumplimiento de la ley

Image Hosted by ImageShack.us Éstos han sido días extraños, llenos de cosas que han pasado, así, plantándose frente a mí sin que las buscara. Semana de locos en la tienda, Félix de vacaciones y Domitila con crisis de nervios, ordenando y reordenando frenéticamente la zona central, bailando su ritual trabajólico frente a las cámaras –Gran Hermano te vigila-, inventando desastres, buscando motas de polvo, zumbando y picando por donde podía… Cecilia, la portuguesa, terminó peleando con ella delante de todos los demás, claro que Cecilia ya había conseguido otro trabajo y se pudo dar el gusto de no tragarse más retos ridículos… los demás, cobardemente, nos conformamos con murmurar nuestros atragantamientos camino al almacén o durante los apurados cigarritos prohibidos en el baño.

Ayer robaron en la tienda. Aún no sé por qué, pero salí corriendo cual súper justiciera de la propiedad privada, sin importarme el dolor de piernas que me dejó el fin de semana con sorpresita – de las buenas, pero por recato no me extenderé más al respecto-, en la más protagonista de una película de acción. Cuando alcancé a la señora –porque era una señora, o por lo menos una mujer ya no tan joven y definitivamente envejecida a destiempo- soltó lo que llevaba en los brazos para seguir corriendo, y yo lo tomé pensando que era el bolso que se había llevado. Pero eso no era cuero, no era de la tienda, no era nuevo. Era su bolso, de imitación, gastado, el bolso de alguien que tiene poco. “Se lo cambio, se lo cambio”, gritaba yo en medio de la calle, porque eso no estaba en mis planes, yo no quería quedarme con sus cosas, las que no volvería a recuperar. Cuando me di vuelta vi venir a Vito, que me dijo “no lo abras que es peligroso, puede ser una yonki”. Su búsqueda posterior, enguantado y con cara de circunstancias, dejó un botín de documentos, papeles arrugados, cosméticos en estado ruinoso, una sustancia no plenamente identificada, papel de aluminio y un frasco de metadona.


No pretendo que alguien me explique por qué hice lo que hice, por qué mi cuerpo se movió de puro instinto, inyectado de adrenalina, sin detenerse a preguntar para quién trabajaba. Yo no lo sé, sólo sé que ahora me siento pésimo, que más allá de la evidencia de que Eugenio Risopatrón no se iba a arruinar por un bolso perdido de 150 euros que esa mujer –fuera a venderlo o no- probablemente no iba a poder comprar nunca, me había quedado con sus cosas. Y me está penando la metadona. ¿Si estaba en tratamiento? ¿Y si después, al querer conseguir más, no le creyeron? ¿Si había tenido una pésima semana y al llegar a su casa se sentó a llorar desconsolada? Con una lágrima que se cargue a mi cuenta se me hace pesado de soportar. Cobardemente he intentado evitar seguir ramificando mis cuestionamientos, que mi imaginación puede llegar a crear historias bastante tortuosas.

A las 9 volví a la tienda para juntarme con Rita. Cecilia había llamado para atrasar su despedida, así que nos fuimos a comer a Malasaña. Ensalada de PALTA (aguacate en idiomas extraños) con gambas, tortillitas da camarón y un par de copas de vino, todo muy rico y muy caro. Así que guatita llena, corazón contento”, partimos al Wild Thing Bar, punto de encuentro con la afortunada ex dependienta y sus amigos. La idea era pasarme después donde Nadia, había organizado una fiesta en su casa (bueno, en realidad la organizó Julián, y ella se enteró el mismo día) y confieso que estaba atragantada por contarle mis aventuras de noches anteriores. A las 3 seguía inubicable, como suele ocurrir en los momentos importantes, así que me fui a mi casa, me puse pijama y prendí la tele. Fórmula mágica, Nadia llamó en cuanto subí los pies a la silla, así que en un ratito los había bajado y salía a buscar un taxi, aprovechando la maravillosa idea que tuvieron los madrileños de declarar el 9 de noviembre como feriado de no sé qué cosa. El resto no tiene nada de muy original (aunque no por eso menos divertido), los ingredientes infaltables en toda reunión de gente joven y no tan joven -ejem, ejem-, la bruma producida por los mismo ingredientes, la abdicación gradual a mantenerse despierto, el hundimiento por capítulos en el viejo y querido sofá, esperando que se vaya el último invitado para tomarse por asalto la cama de Isolina, oportunamente de viaje.

Dormí poco. No puedo evitar sicopatearme con la idea de una Isolina llegando sorpresivamente temprano, enfurecida al encontrar intrusos en su cama. Me desperté atontada, recogí mis cosas y me subí al bus con los ojos aún a medio abrir. Llegué a mi casa y me senté a pensar en qué es esa cosa rara que estoy sintiendo.

6 Comments:

Blogger Petruska said...

Ah, las culpas...
Somos eslabones de la misma cadena, me da a veces esa impresión. Una veces de la cadena que reprime, otras de la que sostiene, difícil entonces saber cuando se es culpable y cuando no; las hormonas poco apoyan en ese razonar.

Me encanta como escribes, debía decírtelo, aunque suene condescendiente y relamido, pero da gusto leerte. El post anterior lo encontré de colección.

Suerte y éxitos.
cariños. P.

4:34 a. m.  
Blogger Elisa de Cremona said...

Estoy enferma, con las amígdalas inflamadas como pelotas (anginas, dicen...) tengo una tós al más puro estilo de la Margarita Gotier... y mientras te leía quedé sin tós

12:03 p. m.  
Blogger Alvaro said...

no importa lo correcto es que la gente no robe, la gracia sería que los poderosos dejaran de robarle la vida a la gente

3:05 p. m.  
Blogger isabelicity said...

Pucha amiga, yo sé como eres tú en esencia y me imagino lo mal que te debes estar sintiendo. No lo hagas, quizás esa señora recuperará harta plata al vender la cartera que se robó. Pucha, mal día para ella y para ti, a todos nos pasa.
Yo soy tan egoísta que no pude dejar de pensar en que si yo estuviera en tu lugar estaría más preocupada de la buena impresión que se llevarían los jefes de mi...
Pero al ver tu reacción me doy cuenta de lo buena que eres y lo estupida que soy... por eso te quiero mucho.

7:19 p. m.  
Blogger Cpunto said...

A veces la historia gira y el héroe se convierte en el bandido, el perseguidor en el perseguido, como si alguien te hubiera cambiado el papel de reparto a la mitad, a mí me pasa, creo que a todos, y es que a varios no nos gusta aprender los diálogos, preferimos andar improvisando,

cariños

2:25 p. m.  
Blogger ultra said...

Amiga nada q decir...
El otro dia frente a la disco de turno en plena semana de la carrera [noche erotica -vale la pena-] encuentro con los verdes. El primero. Citacion. Peso de la ley. Ya no me gusta la ley. Solo eso.
Un besote enorme.
Citada proximamente al juzgado.
Jajajajajajaja....

10:24 p. m.  

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