sábado, 12 de febrero de 2005

Arrival

Sí, llegó el Lucas.
Para colmar a su madre de maternales alegrías.
Aunque ahora me corra la cara cada vez que le quiero dar un beso, y me ponga la típica mirada de "por favor, ubícate, que soy grande"...
La cosa, como era de esperar, no está nada de fácil. Y como para que no se me fuera a olvidar, ya de entrada empezaron los líos, con el equipaje de mi piojo perdido en algún oscuro rincón de Aerolíneas Argentinas (nada en contra de los ex vecinos, eh?). Después empezaron las frases estimulantes, del tipo "mmm, que grande que es esta casa" o "qué divertido, no hay TV cable", "tu internet no sirve para nada" y otras linduras por el estilo.
Anoche me declararon la guerra -tema planes futuros-, y fui atacada a las 4 de la mañana con una artillería de prendidas de luces, destapadas de pies, bufidos varios y patadas estrategicamente teledirigidas hacia la en mejores épocas venerada figura maternal. Lugar del combate: mi cama de media plaza, la que sacrificadamente se las arregla para acoger a niños enfurecidos y madres que necesitan mucho mucho dormir para después ir fresquitas como lechuguitas al trabajo.
Brrrrrrrr
Volvieron a mí nuestros pequeños gestos, nuestro lenguaje propio de miradas y silencios, los pequeños trucos y sobreentendidos. Volvió la maternidad con sus claroscuros, con sus entregas y sus delicias, con los días más llenos y más lijosos, más platos y ropa para lavar, la sensación de ya no pertenecerse de nuevo a uno mismo y un beso robado de vez en cuando para volver a colocar todo en su sitio.
Que sea lo que nosotros queramos...
Ya les seguiré contando.

miércoles, 2 de febrero de 2005

Punto

Música favorita muy muy muy fuerte. Y si la energía corporal lo permite, bailar a lo loco, hasta respirar rápido y con la boca abierta. Coca cola bien helada, regalarme 5 minutos para cerrar los ojos y no pensar.
Me siento frágil, suspendida, siento que si soplo todo se va a deshacer.
El Lucas sigue negando, y aunque trate de no darle más vueltas a ese tema, me da angustia.
La muerte de mi abuela paterna me llegó por teléfono, a años de la última vez que la abracé. Los ritos familiares se quedaron a una triple distancia, enormes números para cuantificar el tiempo, espacio y costo monetario que impone la no presencia. La posibilidad de otra despedida sin adiós se quedó cerquita, dando vueltas. Y gratis.
La inmersión hasta el fondo en los pantanosos terrenos de la burocracia me hace sentir frágil, pequeñísima.
Pero estoy aquí porque quiero. Yo me la busqué. Porque no sé quedarme quieta, porque algo me pica en el cuerpo, algo persigo. Algo que no recuerdo sueño por las noches y me empuja…


I'm on the nightrain
Bottoms up
I'm on the nightrain
Fill my cup
I'm on the nightrain
Ready to crash and burn
I never learn
I'm on the nightrain
I love that stuff
I'm on the nightrain
I can never get enough
I'm on the nightrain
Never to return...