martes, 28 de septiembre de 2004

Mejor confirme la hora de su vuelo...

Leo a María Zambrano para clases. Los sueños y el tiempo. Y tengo sueños extraños.
Cada vez más.


Siempre me ha intrigado mucho eso de dónde nos sumergimos mientras dormimos, qué es eso de soñar, de dónde salen las imágenes y los guiones que pueblan nuestros sueños.
No sé qué es menos perturbador, si pensar que salen 100% de nosotros mismos o la idea de que vendrían de un más allá que nos envía crípticos mensajes. En el primer caso significaría que hay un enorme, incontenible yo misma que no conozco ni por asomo. Y en el segundo que hay un enorme, incontenible más allá que tampoco conozco ni por asomo. Esa es la palabra. Asomo.

Nos asomamos en un algo primario, oscuro, donde no existen los amables y protectores caballeros conocidos como tiempo y espacio. Donde nuestra voluntad de diluye aunque no seamos sólo espectadores.

Nos asomamos en algo que se supone que nos está vedado.

Tal vez por eso me gusta tanto soñar, después de todo. Y saborear mis sueños al despertar, intentando retenerlos para enriquecer la realidad unívoca que me recibe. Antes los escribía, pero el escribirlos me hacía perder ese gustito inmediato, ese hundimiento que busca recrear lo perdido, el abandono que se ofrece desmigajado como un doloroso tributo por volver a la vida.

Anoche volvía a Chile. Entre maletas y cajas precintadas, entre familia que me rodeaba con una velada ansia de que ya partiera, entre decisiones importantes de qué llevarme y qué dejar, un poco de ese oscuro entraba dentro de mí, dejando un hueco que no se protegía de esa inmunidad de los sueños, porque era un abismo dentro del abismo. Algo no sabía, algo decía que la composición fallaba, algo no se sometía a las propias reglas del soñar.

Cuando mi padre me preguntó a qué hora me iba, de alguna forma ya sabía lo que iba a pasar. Saqué el billete de mi bolsillo y leí “17:30”. El reloj de la cocina, redondo, austero, un reloj sólo números, decía 17:50. “Todavía falta un rato”, murmuré, sin atreverme a decir otra cosa.
¿Quién escribió que perdiera el vuelo? ¿A quién se le ocurrió que estuviera tan abstraída tratando de descifrar qué me ocurría, que mirara el pasaje 20 minutos tarde? ¿Por qué 20? ¿Por qué 17:30? ¿Por qué de alguna forma que no sé describir ya buscaba una significación, alguna especie de respaldo para esos 17:30 lo que sea, aún antes de despertar?
Me pregunto cómo sería si al despertar pudiéramos ver nuestros sueños íntegros, como en una película, con todo lo que no podemos retener en el cuerpo ni adentrar en la mente. ¿Seríamos capaces de soportarlo? ¿Nos serviría para entendernos más o sólo aumentaría nuestro desconcierto?

Hay mucho del mundo que no conocemos o que no entendemos, mucho que no manejamos. Sabemos que el cerebro sólo funciona con una porción mínima de su capacidad, y existimos así, con una idea vaga de que hay un algo enorme e inabarcable que se nos escapa, que no somos capaces de pensar, y por lo tanto de dotar de existencia. Cuando soñamos de alguna forma nos sumergimos en esa enormidad velada, de alguna forma que nos provee de un equipo que nos permita tolerarlo. Pero anoche algo falló en ese equipo, se coló una grieta de “vida real”, de vigilia vulnerable, que no pudo tolerar estar en el centro del todo. Donde somos inmóviles.


2 Comments:

Anonymous Anónimo said...

sueño con estar despierta para saberme dormida en el irascible mundo de las imágenes de vida y del cuerpo, entumecido pues, sobre la conciencia.

leerte es saberte viva.
elianne

1:45 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

una vez soñé que el reloj marchaba hacia atrás. los minutos suben o bajan la escalera? tal vez al soñar sólo hacemos retroceder aleatoriamente las agujas del reloj, las que oxidamos de día haciéndolas girar siempre hacia el mismo sentido. darle la vuelta al cristal para que la arena siga bajando. o un nuevo amanecer que de nueva sombra a nuestras horas. la inmortalidad tal vez sea eso, un volver diario al mismo escalón que ya pasamos. hasta que llegamos al final, o al principio. como dos cartas que se cruzan por un correo bidimensional. espacio y tiempo.

alégrate. esta noche has vuelto a tomar ese avión.

(qué bonito es leerte. toda una adicción.)
p

4:22 p. m.  

Publicar un comentario

<< Home