viernes, 24 de septiembre de 2004

Simplemente dolor

Lo que pasa con mi clase de los martes y jueves es que no me doy cuenta de lo que me están diciendo hasta que salgo. Ahí empiezo a darle vueltas y vueltas a las frases que Gárgamel ha ido depositando en nuestras cabezas con cara de todos los días, como si estuviera hablando de la cosa más tonta e intrascendente del mundo, de las últimas noticias del jet set nacional o de las cañas que se tomó el fin de semana.

Pero no, está hablando de temas grandes, gruesos, grávidos. Joyitas como ésta: el dolor y la capacidad de sobrevivirlo. Fuerte el asunto.

No es el dolor el que nos mata, el que nos trunca, el que nos convierte en guiñapo humano, dice. Es la forma en que lo afrontamos. El dolor nos quiebra el sentido, pero si encontramos la forma de incorporarlo a la vida, de entenderlo como parte de la misma, se evita el daño.
Daño sería lo realmente insoportable, lo que nos fragmenta este sentido sin vuelta, lo que nos aniquila. El añadido no sanador del dolor, y como tal es 100% obra nuestra. Al exigir explicación donde no la hay. Al negarnos a aceptar que algún espanto indeseado entre en nuestras existencias programadas.

Finalmente nos suelta esta frase:
El daño desconfía de la vida, y acaba con todos los sentidos posibles. El dolor tiene esperanza de vida.

Todos tenemos al menos un dolor. Del mío ya he hablado antes, y ante él me rindo o me rebelo en forma intermitente. Es un dolor que rebosa esperanza de vida, pero que aún así no sé por dónde cogerlo.

Mi niño precioso

Hay días en que pienso en el Lucas y se me pone todo duro por dentro, y ese duro inasible empieza a pujar, con insistencia, como si se me fuera formando una angustia solidificada a la que le urge escaparse por entre medio de mi piel.

El organismo es un arpa de dolor con mil cuerdas

Cuando tenía 19 años no podía creer mi desgracia. Miraba el test de embarazo que tenía entre las manos pidiendo que sólo fuera una pesadilla. No, eso no me podía pasar a mí, eso no estaba dentro de mis planes, no encajaba en mi proyecto de libertad.

Una vez crucé la calle para que una compañera de colegio no me viera cargando mis 6 meses de evidencia. No era vergüenza lo que sentía. Era fracaso. Fracaso en gestación. Y sobre todo sinsentido.

Al Lucas aprendí a quererlo. Durante estos 8 años he ido creando un amor más enorme y firme del que jamás imaginé que iba a sentir, porque no me lo regaló nadie. Lo construí pedacito a pedacito. Adquirió un sentido pleno, se convirtió en un tesoro. Ahora más que nunca.


A veces el Lucas no me habla. Lo llamó por teléfono y me dice que lo aburro, que está viendo los Simpsons, que no tiene ganas de conversar conmigo. Y me corta.

A veces es mi niño ángel, y con voz dulce me susurra que me extraña, que quiere que estemos juntos. Que CUÁNDO va a estar conmigo. Construye una doble vía para mi amor. Y ahí es peor. Porque mi dolor no se nutre de sí mismo, sino que del suyo. Y porque yo no tengo ese cuándo en mis manos.

La separación. Kilómetros de separación repartidos entre mis venas. El sentido me lo repito casi todos los días. Que es por él. Por su futuro. Que después todo será mejor. Me aferro a ese después a falta de un ahora. Y segundos más tarde quiero salir corriendo, y nadar el Atlántico, y una voz me grita “¡qué estás haciendo, en qué estabas pensando!”. Madre antinatura, nunca dejarás de ser una madre antinatura???

Sin embargo por él me arrancaría los ojos, me prostituiría, me dejaría morir de hambre.
Y no lo digo porque sea bello, ni para quedar bien. Simplemente es así, sin más mérito que el ser.

Miro por la tele a una mujer de 86 años. Con los ojos hinchados y una voz esquelética pide por la vida de su hijo. La tensión, el dolor indescriptible que no la suelta ni por segundos hace que no soporte más ese sólido infinitamente mayor que el mío (ante el cuál me siento bendecida), y termina hospitalizada. Es la madre del británico Kenneth Bigley, uno de los muchos secuestrados en Irak. Yo no sé qué esperanza de vida puede tener un dolor así, no sé qué esperanza de vida le queda a ese hombre, si es que está vivo. Sé que cuando aparece en la tele algo me duele, y que a veces cierro los ojos o cambio de canal, porque no puedo soportar verlo de esa manera, suplicando a una muralla inconmovible que interceda por él. Que lo salve por los suyos, los que sufrirán con su partida. No llora cuando habla de sí mismo, sí cuando recuerda a sus seres queridos. Y esa mujer, para la cuál Kenneth se ha convertido en dolor puro - su HIJO, carne de ella, el llamado a cerrar sus ojos y precederla -, ve cómo su mundo se rompe con violencia, y seguramente todo lo que ha alcanzado y aprendido en su larga vida, todo lo que soñó durante más de medio siglo de maternidad, es ahora el más cruel de los absurdos.
Un ahora horrible sin después.

Palabras grandes, y sin embargo no son más que una sombra indigna.
Dolores tan grandes que no conciben añadidos, porque nada más cabe dentro de ellos. Porque simplemente explotan dentro, arrasando con todo.

7 Comments:

Blogger Alvaro said...

Difícil decir algo con sentido, cuando el porque y el cómo lo sabes tú y sólo tú. Quizás la aventura empiece en ese momento en que -no importa donde- seas la madre presente, la que tenga la influencia más poderosa en el presente y futuro de tu hijo. Bebé Rocamadour, bebé bebé

6:23 p. m.  
Blogger ultra said...

Me dejaste sin palabras... Y deje que te las robaras. El otro dia leyendome me di cuenta en parte que uno de los grandes problemas que tengo es que de dolores hablo sufro mas desconozco la forma de manejarlos. De suplirlos. Solo se sublimarlos canalizandolos de forma socialmente aceptable. ¿Y sabes que me pasa? Que al final vuelvo a mentir, pero ahora a mi misma que es harto mas grave. Simplemente cuando estas hecha mierda nada vale, te sientes en el abismo de la angustia que marca y va matando. ¿Pero sabes que? El sentir esa angustia, ese mal en el cuerpo es prueba que algo estas sintiendo. Que todavia no te dejas abatir. Cuando uno anda tan japi por la vida como que esperas que algo nefasto ocurra. Huevada estupida pero cierta. Como que todo no puede ser tan perfect. Al final el dolor del que hablas tan crudamente si bien te limita, te abre el canal de SENTIR.
Y suene masoquista o no, prefiero andar sintiendo que andar anestesiada por el mundo.
Un monton de besotes ;)

2:41 a. m.  
Blogger Polilla said...

Ha sido publicada la imagen del niño más hermoso y maravilloso que pisa esta tierra. No es un niño cualquiera. Como diría cierto trovador cubano, es un ser de otro mundo, de la galaxia. Incomprensible a veces, pero con el insuperable don de ganarse el corazón de quienes pasan cerca, aunque eso incluya sufrir. Pero es que lo que nos hace felices vale cualquier sufrimiento con tal de verlo feliz. Quines no lo conocen no saben lo que se pierden, y no podrán imaginar lo que debe pasar por tu alma cuando no estás con él, por más que intentes describirlo de mil formas posibles.

8:28 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Los dolores son tan únicos como individual es cada ser humano. Admiración siento por ti y por tantas personas que ante el dolor no provocan el daño. Pero es una admiración sutil, tenue, nada exaltada como el que siente el fanático sino ese deseo muy de adentro de parecerme un poco, de evitar el daño y vivir con el dolor. Pero sabes bien que por ahora me siento incapaz y ya el dolor parece haber desaparecido para dar paso al más grave de los daños. Por último, sólo agradecerte con esta alma descompuesta que trates de aliviar mi carga cuando tú tienes las tuyas. No hay dolor más insignificante que otro. El dolor, sea cual sea, a todos nos desgarra igual. El daño, bueno, unos somos más propensos a buscarlo. Lamento que en esta etapa en la que me veo sumida en el daño a veces sea amiga y a veces no. Porque dicen que los amigos están en las buenas y en las malas, pero sin deseo de justificarme creo que ahora mismo no estoy ni conmigo misma. Animo, tú, que tu dolor pronto se convierta en felicidad. Dicen que los sueños se hacen realidad. Imagino que ya sabes quien escribe, pero por si acaso es la de acá, la de Ventas, la que se unió a ti cuando las dos simplemente éramos desconocidas para todos los demás.

12:30 a. m.  
Blogger Barro said...

Tuve que esperar hasta mi día libre para poder leerte, y es que quería hacerlo con tiempo. En mitad de la lectura mi PC se pone a hacer ruidos y yo le doy palmaditas en su fuente de poder con eso logro que se calle, al menos por un rato.
Con la ausencia en cambio, no es tan fácil, dónde le da uno una palmadita a la ausencia, si está ausente.
Creo que fue Machado el que dijo que escribimos para recuperar lo que hemos perdido. Y entonces, ¿para qué leemos?
Sea como sea, y por mamón que suene, me caló hondo tu post. Y veo que no fui el único.
Mira, ahí está, la respuesta no se hizo esperar.

7:11 p. m.  
Blogger Roberto Arancibia said...

No sé si algo me ha dolido tanto como lo que has sentido. Veo la foto del Lucas y me acuerdo del Ro y del Fe cuando eran chicos, y ahora que son grandes y que somos buenos amigos y compinches los siento tan cerca que no quiero nunca cerrar los ojos a lo que ellos hagan, quieran o pidan.
Me dejaste traspasado con esto Vero. No te venía a ver varios días, trasnochando y trabajando y me he perdido de cosas como estas. Nunca más.

1:54 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

¿¿¿??? Pero si tú estás allá porque quieres, tú optaste, y sólo por inquietudes "culturales" como tú misma mencionas en otra parte, por ir a carretear y fumar porros... es un asunto de prioridades. No vengas a llorar después.

10:08 p. m.  

Publicar un comentario

<< Home