Delicatessen

Londres en Londres es pausa, degustación, una cosa tangible y delicada, deliciosamente estética. El aire, más ingrávido, se lleva presuroso el sutil dolor de la no pertenencia.
Londres después de Londres es un torbellino difícil de detener, un fizzzz, arena entre los dedos que se escapa como los nombres de los muchos lugares por los que anduvimos, nombres que debería ser capaz de recordar por un mínimo de dignidad, pero no hay caso: el relojito típico, la fuente de Eros y los besos de no sé qué, el museo ese de arte moderno y el otro de los cuadros famosillos, el puente de nosecuantito, el palacio ese, la ruedita gigante cápsula-galáctica desde donde se veía casi toda la ciudad, Soho, Saho, Suho…

Londres siempre de la mano de otros, lo reconozco como un viaje protegido, pegada al sentido de la orientación del resto del grupo (hasta el Lucas me ganaba en saber para dónde caminar!), absorbiendo sus pasos seguros. Tal vez algún tátara tatarabuelo perdido por ahí me dejó unos genes despistados por herencia, tal vez con un poquito de comodidad incluida…
Londres incansable, 6, 7 horas diarias aplanando calles, caminando por cuanto rincón se nos ocurría meternos, salirnos del mapa y salvar con el metro cuando ya no se daba más, el viejo, enorme y feo, pero a la vez envidiable metro, tan simple, tan british, tan lleno de cosas y de gente… y con unos asientos que parecían sillones, lo mejor, jeje. Pero más ganas daban de estar afuera, buscando esas calles de puertas antiguas y rejas abiertas, chimeneas de ladrillo y balcones de ventanas generosas y macetas con pequeñas florecillas asomándose con colores nuevos. Algo parecía haber detrás de aquellas rejas abiertas y cortinas de telas vaporosas, algo tan diametralmente opuesto al dolor y al hambre que llegaba a ser doloroso a la vez que balsámico, como si la abundancia pusiera en el otro lado de la muralla cosas inesperadas, Alicia preparando el té de las 5 mientras el conejo se ríe de nuestra cara de apuro y el sombrerero loco nos recuerda con toda cordura que todo es un sueño.
Y salió el sol, todos los días, y los parques se llenaron de gente sacando la piel para saludar al esquivo cara de gallo… todos despaturrados por igual, languideciendo como elegantes gatos con las tripas al aire, vientres blancos transparentes, muslos negros azules, poros asiáticos bebiendo del calor generoso.
Y sí, oh yes, I speak english, bastante mejor de lo que me obstinaba en creer, teniendo en cuenta lo añejo de mis conocimientos. Grande Instituto Chileno-Británico, thank you very mucho… dicen que uno cuando crece valora ciertos esfuerzos paternos, como someter a los hijos a variadas actividades extraprogramáticas y otros desvaríos…

Como verán, hasta protesta le hubo, pacífica como buena manifestación por la paz, y concurrida, y yo feliz me manifestaba en un estado de semivigilia (solcito, pasto, almuerzo abundante y visita prolongada al museo… calculen), mientras mis cultos acompañantes –Padre / Cabra Chica / Pelucas – seguían en la aún más prolongada contemplación de Cristos sangrantes, piluchos de todo tipo, paisajes varios y otros exponentes del arte clásico que le dicen. Y también musical, mmm, yeees, el segundo en menos de un mes, esta vez El Rey León y sus disfraces espectaculares, bello, tanto como las vitrinas y escaparates, con ropas increíbles, supermegafashion bolsos y accesorios, libros de todos los tipos, películas y… ufff, me callo porque si no, no paro. Y me entra el hambre…

Londres, como verán, me gustó. La “experiencia-Londres”. Compartida con “un pedacito de mi gente” (siempre con el otro pedazo, mi queridísima familia santiaguina, en el recuerdo y las ganas de compartir el hipo del momento). Relajada a la vez que aprovechada. Y lo mejor de todo, me saqué la máquina de la cabeza.
Vero en off.

PD1: Me van a tener que perdonar el caos. Necesitaba vomitar lo que se me fuera viniendo antes de que se me desmigajaran aún más las miguitas que me quedan entre los dedos.
PD2: Una vez cumplido el deber patrio vuelvo a decretar un receso en este blog. Mi padre sigue en casa, acaba de llegar de Suecia mi amiga Caracola, el Luque desea compartir tiempo con su amada madre (sobre todo ahora que se acerca su primer día de clases) y me llegó un mail de un profesor de la escuela sugiriendo muy sutilmente que tenga a bien enviar el trabajo que le debo hace más de dos meses, además de mi inminente cambio de casa a fin de mes y la urgente necesidad de adquirir elementos indispensables para dicho acontecimiento, como… colchones! (entre como 25 otras cosas que tengo anotadas en una lista desesperantemente autopoiética - por más que la rayo siempre aparecen cosas nuevas y nunca disminuye- y que me dan lata seguir contando).
Tal vez me tire por ahí alguna línea loca, si algo se me atraganta mucho. Pero no quiero sentirme con esa rara culpabilidad que me da al desaparecer más de una semana, necesito explicarme para desaparecer lo necesario, sin asco y sin remordimientos. Porque la maldita lista debe empezar a morir ya.
QEPD.
PD3: Mi madre dice que las energías positivas ayudan, aunque uno esté al otro lado del mundo y sienta que con escuchar no alcanza. Así que quiero aprovechar de mandarle todo mi amor y mis mejores vibras a mi sobrino Gonzalito, de quién me acordé todo el viaje. Estuvo muy muy enfermito, pero afortunadamente la cosa ya va en retroceso… :)
Feliz finde largo! (aunque yo trabaje el sábado, grrr)