Balance navideño
- 420 euros por concepto de domingos y horas extras trabajadas. 380 gastados en visita de emergencia al dentista, debido a un arrebato pro-desintegración de una de mis muelas en medio de la inocente masticación de una almendrita. Al menos no tendré que seguir enterándome de que los dientes por dentro son de otro color.
- Serio proceso de replanteamiento de mi concepto de la navidad (porque por más que nos pese, TODOS tenemos uno, aunque ese uno sea un no-concepto… y si no, pregúntenle a mi amigo P.)
- Alarmante acumulación de trabajos, ensayos y ejercicios varios atrasados. Un libro de Conrad (una joyita de 468 páginas) a leer antes de mi próxima clase de seminario. Un proyecto de novela que es un desastre absoluto. Por suerte me quieren en la escuela…
- Sueño, mucho sueño.
- Regalitos, varios. No puedo quejarme:
* Un collar que llegó de sorpresa a la tienda, junto con Nadia y una deliciosa botella de champaña, y que se ha convertido en la envidia absoluta de mis compañeras de trabajo
* Uno de mis perfumes favoritos. Oportunísimo dado el estado casi inexistente de mi fiel compañero One. Pulseras de colores y un cuadernito para anotaciones todoterreno. Cómo me conoce Rebeca.
* Una llamada familiar. Gritos en medio de interferencias. Yo viendo el cuadro, “mi” gente saludando por turnos. Una cosa en el estómago, inexplicable.
* Una pata de jamón, delicadeza a cargo de Eugenio Risopatrón. Absolutamente gracioso, si me hubieran regalado un taladro creo que habría sabido mejor que hacer con eso. Finalmente el asunto fue reducido, tras los enormes esfuerzos de Antonia y la escasa ayuda de mi cuchillo de mantequilla, a un cerro de cosas carnosas de tamaños irregulares que se repartió entre nuestros estómagos, mi congelador y el bolso de la señorita carnicera (que a todo esto, casi murió cuando se enteró de mis intenciones de que se fuera a su casa –al otro lado de la ciudad- con la pata colgando).
* El anuncio de una caja procedente de Chilito llena de regalillos misteriosos. Una fantasía cumplida, no sé bien cómo explicarlo, pero el estar lejos es algo que siempre he sentido como parte de mi “ruta” y que por lo tanto de alguna manera he anticipado, y el recibir un paquete con pedacitos de casa es una de las delicias que asocio con esa lejanía, una especie de promesa antigua que se paga, una imagen que me pertenece aún antes de conocerla.
* El pasaje del Lucas, gentil auspicio de mi padre. Disminución considerable del estrés financiero, inicio inminente del estrés materno-existencial. Se viene dificilillo el asunto, escasos deseos por parte de mi retoño de cohabitar conmigo en esta ciudad. Se viene mi niño, con las cosas a medio armar, con el tiempo encima. Con harta fe y harto susto. Con todo lo que eso implica.
* Almuerzo con Pau. Megapatatas con salsa y champiñones. Conversaciones varias, placeres sencillos. Una rápida pero relajada puesta al día de su vida parisina y mis pataleos laborales… Y bueno, para qué andamos con cosas: me encanta que me inviten a comer, y me encanta andar en autito. ¿A quién no en todo caso?
* Días de sol invernal. No calienta mucho, pero se ve tan bonito… Ah!, y el otro día nevó, si parecía postal navideña gringa. Pese a eso no pude evitar emocionarme.